martes, 14 de septiembre de 2010

San Benito: el Santo que tiene como nacionalidad la Fe

Texto: Roy Paraguan
Fuente: www.magazine.com.ve



Que importa si vino de Palermo, de África o de Lagunillas, da lo mismo. La manera en que este Santo se incrustó en la idiosincrasia cultural venezolana es lo que lo hace de él, un santo que tiene como nacionalidad sólo la fe. Muchas son las historias que se tejen con respecto a su origen, lo único seguro es que nació en Palermo, Italia y que se llamaba Benito. En su adolescencia fue pastor de ovejas, cocinero y desde muy joven se unió a una comunidad de ermitaños que vivían bajo los preceptos de San Francisco. Desde allí comenzó en la búsqueda de su vida espiritual, además de sus dotes naturales para el consejo y la prudencia que atraían a tanta gente. Tiempo después se uniría a la Orden de los hermanos Menores internándose en un convento en Palermo. En 1589 enfermó gravemente y murió. Se dice que conocía el día y hora de su muerte.

El sincretismo religioso que trajo el choque entre la cultura europea y la autóctona en el tiempo de la colonia, se convirtió en la devoción que se tiene por San Benito en el Zulia y en otras regiones del país. El culto a San Benito en el Zulia se propagó gracias a los franciscanos, los capuchinos y los agustinos, al fusionarse con la devoción a la deidad africana Ajé.

Ajé era hijo de uno de los primeros reyes de Abomey, y de una doncella violada por él. A su nacimiento, la madre encargó al padre su crianza, pero Ajé dedicó su vida a buscarla incansablemente por el mundo, dejando en el camino una siembra de bondad y hermandad que lo elevó, a su muerte, a los altares divinos de la religión fons de Dahomey.

Los chimbangueles son también originarios de África, y es un culto que se remonta al periodo colonizador, cuando los esclavos traídos del continente negro y en vista de las imposiciones de los santos de los blancos, fusionaron su devoción a las divinidades africanas con las de San Benito de Palermo, aparentemente un análogo de la deidad Ajé, cuyas historias tienen en común la bondad, la entrega desinteresada y la ayuda a los más necesitados. El sincretismo, movió la celebración original al 27 de diciembre, fecha en la que anualmente el canto y el baile de los chimbangueles honra al Santo Negro, junto a los actos litúrgicos.

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